Cirugía escoliosis

La escoliosis es una deformidad de la columna en las tres dimensiones del espacio. Esta deformidad puede afectar a la columna lumbar (baja), a la columna dorsal o torácica (alta) o a ambas. Dada la agresividad propia de la cirugía correctora de la curva, solo debe realizarse en contadas ocasiones. No todas las curvas deben corregirse. Los factores que se suelen tener en cuenta para tomar la decisión de la cirugía son: la magnitud de la curva y en especial la rapidez con la que evoluciona, el tipo de curva, los síntomas y la edad del paciente. Esta decisión debe ser siempre tomada tras el asesoramiento por un cirujano especialista en columna.
Con la cirugía se pretende corregir la curvatura, aunque prácticamente nunca se consigue una corrección total, en la mayoría de los casos obtenemos una gran mejoría estética.

Previo a la cirugía será necesaria una planificación de esta, teniendo en cuenta cuantos niveles vamos a incluir en la fusión. En términos generales, la cirugía consiste en introducir unos tornillos en varias vertebras incluidas en la curvatura, unirlas mediante unas barras y aplicando la fuerza sobre estas barras corregir indirectamente la deformidad. Finalmente se procederá a fusionar las vertebras entre si lo que permitirá mantener la corrección obtenida con las barras; este segmento por lo tanto quedara rígido, perderá toda la movilidad.
Esta cirugía requiere anestesia general profunda, además precisa la colaboración de los especialistas en neurofisiología, que tras la anestesia se encargaran de monitorizar la medula; esto suele realizarse para evitar daños medulares al efectuar los gestos de corrección de la curva, ya que al reorientar las vertebras se producen cambios en la forma del canal medular que conforman estas vertebras pudiendo comprimir y estirar la medula que discurre por el interior del canal medular constituido por las vertebras incluidas en la deformidad. La monitorización consiste en la aplicación de unos electrodos en la cabeza y otros en las extremidades; en los momentos que el cirujano solicita la monitorización, que suele ser tras las maniobras de corrección, el neurofisiologo mandará unas descargas eléctricas suaves en la cabeza que serán recogidas por los electrodos de las extremidades comprobando así la indemnidad de las neuronas que forman la medula.
En el caso que presentamos se optó por realizar las correcciones desde atrás, aunque en otras ocasiones es necesario realizar un abordaje anterior ( a través del abdomen o torax). El paciente se coloca boca abajo y se realiza una incisión que incluya todas las vertebras sobre las que se va a trabajar. Separando la musculatura adherida a las vertebras accedemos a estas. Se procede a introducir los tornillos en las vertebras que el cirujano considere necesario (dos por vertebra, uno en cada lado de esta), esto variara de un paciente a otro. Una vez introducidos, todos los tornillos de un lado de las vertebras se ensamblan a una barra que habremos moldeado previamente, la fijación de estos tornillos a la barra en un primer tiempo no es completamente solida ya que debe existir cierta holgura para poder realizar las maniobras de corrección de la curva. Las maniobras de corrección deberán realizarse poco a poco y tras cada gesto se comprobará la integridad de la medula mediante la monitorización neurofisiológica. Tras obtener la forma deseada se procederá a fijar fuertemente los tornillos a la barra; entonces se añade una segunda barra que une los tornillos del otro lado de las vertebras apretando fuertemente las tuercas que unen los tornillos con la barra; esto añadirá solidez al montaje. Finalmente se aviva con un escoplo la superficie de la vertebra y se añade injerto biológico o artificial que favorecerá la fusión perenne del segmento corregido. Se cierra la herida en primer lugar con la musculatura y después con la piel. Un drenaje evitara la acumulación excesiva de sangre.

Esta cirugía suele requerir varios días de ingreso necesarios para la recuperación del paciente y el control de las posibles complicaciones, a veces es necesaria la transfusión de sangre para compensar las perdidas debidas a la cirugía. Las primeras 48 horas se suele aconsejar que el paciente se mantenga tumbado boca arriba en la cama. Pasadas estas 48 horas se realiza una primera cura retirando el tubo de drenaje y si no aparecen complicaciones se anima al paciente a incorporarse progresivamente, en ocasiones será necesario durante un tiempo, el uso de un corsé o faja para evitar gestos y posturas que sobrecarguen las barras y tornillos. Tras el alta, el tratamiento domiciliario será mediante analgésicos y antiinflamatorios para el control del dolor, así como inyecciones diarias de heparinas de bajo peso molecular para evitar las trombosis. Pasadas de 2 a 3 semanas de la cirugía se retiraran las grapas o puntos de sutura de la piel. En las visitas ambulatorias se realizaran controles radiológicos periódicos con el fin de verificar la fusión ósea de las vertebras, en el momento en el que constatamos que se ha producido (generalmente entorno a los 3 meses de la cirugía) se autorizara la retirada del corsé o faja.

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