MI VENTANA AL EXTERIOR: <b>ARTROSIS</b>

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Era habitual la presencia de mendigos y de todo tipo de personas sin techo que diariamente vagaban por los alrededores de la Iglesia del Pinar. Algunos solían pasar en las horas de misa, para intentar pescar alguna limosna entre los pocos feligreses que fidelizaban el lugar.
El Padre Ramón, párroco de la iglesia desde hacía más de quince años, acostumbraba a dejar alguna que otra caja de cartón para que los que allí se arremolinaban por la noche para dormir, pudiesen mitigar el frío. Generalmente era gente de paso, aunque había alguno que otro que empezaba a ser habitual; entre ellos, un hombre portugués, de unos cincuenta años, hacía varias semanas que acampaba ante la puerta del templo. El hombre orinaba en la escalinata y derramaba vino y vómitos a diario, hecho por el cual había recibido más de una advertencia del Padre Ramón, quien empezaba a perder la paciencia con el nuevo inquilino.
Una tarde de octubre, tras la misa de las siete, el párroco salió al patio de columnas que presidía la entrada a la iglesia y encontró ahí al portugués, ebrio, con la ropa llena de vómito y restos de un onanismo reciente, entre un montón de hojas de periódico. El hedor a micción revenida procedente de la escalinata era ofensiva y el párroco se enfureció como nunca lo había hecho. Se dirigió con brío hacia el desgraciado y justo iba a reprenderlo cuando este se dirigió a él.

- ¡Padre Ramón! ¿Puedo hacerle una pregunta? - Dijo el hombre, con voz cazallera y arrastrada.

- Dime hijo de Dios... - Respondió el cura, encogiéndose de hombros en claro gesto de implorar paciencia al jefe.

- ¿Por qué las personas tienen artrosis? - Balbuceó, mientras se tiraba un sonoro pedo, entre risas.

- Artrosis... Mira portugués, pues posiblemente cuando alguien lleva una mala vida, abusa de la bebida, del tabaco, se masturba, no se lava, no respeta al prójimo, eructa i vomita en público; cuando alguien no se deja ayudar y se compadece de uno mismo, arrastrándose a todos los vicios, pecando continuamente o se tira pedos ante la casa de Dios. Esos son los motivos por los cuales una persona puede padecer enfermedades de ese tipo o incluso mucho peores. - El párroco sermoneó indignado al indigente, que cambió su rostro a cada reprimenda del religioso.

Tras el rapapolvo, el cura volvió al interior de la Iglesia, intentando no blasfemar producto de su nerviosismo. Se arrodilló en la tarima de la primera bancada y empezó a orar entre susurros, con su rosario en mano. Tras tres padrenuestros y cuatro avemarías, se arrepintió de haber sido tan duro con el pobre portugués y volvió a salir al exterior del templo para pedirle excusas al indigente.

- Mira portugués, antes me he excedido en mis comentarios, no me he comportado como debía, como hijos de Dios debemos ayudar a los que tienen problemas y no sermonearlos. Lamento mucho todo lo que he dicho. - Se excusó reverentemente. - Y dime portugués, ¿molestan mucho los dolores de la artrosis? -

- Y yo que se... - Contestó con hipo sostenido el personaje.

- Pero, pero... ¿no tienes artrosis? -

- ¡Ahhhhh! No padre no, yo no tengo artrosis. Antes que he leído una noticia en el periódico que decía que el Papa hace más de veinte años que sufre de artrosis y tenía curiosidad... -


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